DE POLÍTICA Y COSAS PEORES ¡Profesores! Catón 10 Oct. 08
Se ha hecho más virulenta la embestida de los mal llamados maestros que se oponen a la Alianza Educativa. Es de temerse que esa violencia doblegue a la autoridad y la lleve a reconsiderar la aplicación de una de las pocas medidas que en los últimos años se han tomado para mejorar la calidad de la educación en México. Si eso sucede las consecuencias serán trágicas para el país. Contra la fuerza bruta -nunca mejor empleada la palabra- de esos malos profesores se ha de aplicar la recta y prudente energía del Estado, cuyo deber es preservar el bien común frente al burdo interés particular de quienes han hecho de la tarea educativa un coto de venalidad y corrupción... Fortino, esclavo en Roma, fue condenado a muerte por Nerón, pues había dicho de él que sus poemas eran para la posteridad. Es decir para la parte posterior. El atrevido siervo sería arrojado a los leones en el circo. Petronio, amigo del emperador, le dijo: "Es una lástima que hagas matar a ese hombre. No hay en los confines de tu imperio un semental más poderoso que él. He oído decir que puede dar cuenta de 100 mujeres, una tras otra, y sin interrupciones, en una sola sesión de amor". Nerón era político, y pensó que podía sacar tajada de la situación. Dijo a Petronio: "Hagamos una función pública en el circo. En medio de la arena pondremos una cama, y llevaremos a él 100 hermosas esclavas. Si Fortino logra disponer de ellas en el curso de la función, le perdonaré la vida". Aquello llamó mucho la atención de Roma, y el día de la demostración el circo se llenó a su máxima capacidad. En el centro de la arena el respetable público vio un tálamo bien guarnecido para el insólito himeneo. Sonaron las trompetas; se abrió una portezuela y salió por ella una fila de 100 hermosísimas esclavas procedentes de todas las provincias del imperio. Las había númidas de piel oscura y reluciente; egipcias de ojos almendrados; galas de doradas trenzas; ciprias con busto turgente de Afrodita; bretonas altas como un pino; lusitanas de melancólica mirada; béticas de voluptuoso andar. Se formaron ante el lecho, una tras otra, aquellas hembras, todas de poderosa grupa, dispuestas para el amoroso combate a que habían sido emplazadas. Se hizo un silencio expectante en las tribunas, y luego sonó con gran estrépito la trompetería de las fanfarrias imperiales. Fue abierta la gran puerta de la arena y apareció, gallardo y altanero, el gran Fortino. Una ovación atronadora saludó su presencia. El atleta agradeció el aplauso con una leve inclinación de cabeza, y entre música de címbalos, atabales, liras, cítaras y trompas avanzó con garboso andar entre el aplauso férvido de la muchedumbre. Llegó al tálamo o lecho; paseó una mirada de conocedor por quienes serían sus rivales en aquella erótica lid, y enseguida se despojó con elegante ademán de la ligera veste que llevaba. Un ¡ah! de admiración se oyó en las tribunas cuando la gente contempló la ingente musculatura -y todo lo demás- del lacertoso esclavo. Empezó éste su demostración. Con facilidad fue disponiendo de las mujeres que le habían llevado. Les hizo el amor a 10, a 20, a 30, a 40, a 60 sin dar señal alguna de cansancio. La multitud rugía entusiasmada. Cuando llegó a la esclava 80 Fortino empezó a disminuir el ritmo de su demostración. La gente se preocupó y guardó silencio. Llegó Fortino a la esclava 90, y mostró evidentes indicios de fatiga. Cuando llegó a la 95 vaciló. Con apuros dispuso de la 96; con trabajos pudo cumplir con la 97; sudó y se afanó para poder dar cuenta de la 98; con sobrehumano esfuerzo le hizo el amor a la 99. Pero al llegar a la esclava número 100, una bellísima y lúbrica helvética, ya no pudo más. Con un ademán despidió a la mujer, y se desplomó luego, agotado, sobre el lecho. Nerón sentado en su palco imperial, apuntó con el pulgar hacia abajo y decretó: "Que lo maten. Si rechaza a una mujer así ha de ser puñal"... FIN.
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